–Señor Nicanor –dijo Michelito, bastante nervioso–. Mire usted, señor piloto Nicanor, le voy a pedir por favor que nos conceda un deseo, por favor.
–Dime, Michelito. Y si está en mis manos y en las válvulas de esta nave espacial, por supuesto que os lo concederé. Me habéis caído muy, muy bien.

–Pues le quería pedir que por favor alargara un poco esta misión, la misión ECO-L.E.C. 300 247 / SANDY-ASPI, porque Mica y yo nos hemos quedado muy impresionados con todísima la basura espacial que hay por estas tierras, bueno, por estos aires, y queríamos Mica y yo y la Abuela Anastasia seguir volando un poco más para… para…
–Para cuando volvamos a la Tierra –siguió Mica la explicación, porque Michelito se había atascado un poco– poder hablar con más conocimiento, datos y exactitud de todo lo que está sucediendo alrededor nuestro.
–Ja, ja, ja… ¡Pues claro que daremos más vueltas en la órbita de la Tierra y veréis la cantidad de basura espacial que hay! –les contestó Nicanor, tan simpático y profesional–. Lo que me extraña es que no lo supierais y que en el cole no os hayan contado nada…
Así que la misión ECO-L-E.C. (Eco lunas.estrellas.constelaciones) 300 247 / SANDY-ASPI se prolongó. Y de la misma forma que los marinos ven en sus singladuras ballenas y delfines saltando, nuestra tripulación formada por Mica, Michelito y la Abuela Anastasia, por la parte humana, y el Señor Microondas y la Señora Tostadora, por parte de las máquinas electrodomésticas, decidió alargar las vueltas a la Tierra, con sus caras e instrumentos pegados a las ventanillas redondas de la nave espacial para seguir alucinando con todos los desechos girando sin control, sin ton ni son, por la estratosfera.
Iban de sorpresa en sorpresa y no salían del asombro ni del espanto.
–¡Mirad, mirad! –gritó la Abuela Anastasia–. ¡No me lo puedo creer! ¡Allí está flotando aquel secador de pelo que tiré sólo porque me parecía que metía mucho ruido! Pobrecillo… Y se ha quedado así vagando como un fantasmilla interestelar. Ay, si yo llego a saber esto antes… Qué necesaria es la educación ambiental.
–Uy, abuela, qué puesta estás –apuntó Mica–. Pero, mira, ahora es mejor decir educación eco-social.
–Pobre secador, con lo mono que era y la de rizos que me hizo –la Abuela Anastasia seguía absorta mirando por la ventanilla de la nave espacial.
–¡Mirad, mirad! –gritó Mica–. Allí, a la derecha, un poco al fondo. Son algunas de las videoconsolas que tenía papá y que nosotros no les hicimos ni caso, porque nos parecían súperviejunas y súperpasadas. Con el cariño que él les tenía y le hicimos que las tirara al cubo de la basura, allí mezcladas con todo… ¡Madre mía, qué desastre!, y ahí están flotando, formando corros en el cosmos, haciendo círculos…
–Es que la tecnología está muy acelerada –intervino Nicanor–, y cada vez hay más aparatos que jubilan cada vez más rápido a los anteriores, sin darles tiempo a desarrollar una vida plena, ni una transición, ni un retiro, ni un justo descanso en algún punto limpio. Mi jefa, la Princesa Leia Organa de Alderaan, sin embargo, es de repararlo todo y de aprovecharlo todo. Ni os imagináis la pila de años luz que lleva esta nave espacial a cuestas, y, miradla, está como nueva. ¿Cuál es el secreto? El mantenimiento, amiguitas y amiguitos. Nada como un buen mantenimiento. Que es muy importante el mantenimiento, para los cuerpos, las mentes y los aparatos…
–Sabias palabras, Nicanor, muy sabias –dijo la Abuela Anastasia–. A mí lo del secador de pelo me ha dejado muy tocada, muy turulata.
–¡Mirad, mirad! –gritó Michelito–. ¿Te acuerdas, Mica, de todos aquellos cd’s de mamá que tiró a la basura porque decía que ya no escuchaba música con discos? Ahí están flotando como si fueran un ejército de fantasmillas espaciales.
–¡Mamma mía! ¡Ya los veo! –añadió Nicanor–. De Raffaella Carrà, Mecano, el grupo Parchís, Joan Manuel Serrat y Pink Floyd. Con todo lo que yo he escuchado y bailado a Raffaella Carrà.
–Ay, qué dolor de cabeza me está entrando –intervino la Abuela Anastasia– con tanto desatino y barbaridad que hemos cometido y cometemos los humanos. Hace falta mucha más educación… educación de esa, ¿cómo has dicho, Mica, que se llama ahora?
–Educación eco-social, abuela. Pero no solo para las nuevas generaciones, qué manía con cargarle todo a las nuevas generaciones, sino educación eco-social para toda la gente de todas las edades.
–Mira, Nicanor, hijo, yo creo que podemos volver ya a casa, a Tierra, que tengo un dolor de cabeza que me va a estallar y se me nubla la vista de tanto forzar los ojos para ver en el Universo. Que mira que es amplio y nebuloso el Universo, ¿eh? Y además Sandy Wichera y Doña Aspiradora tendrán ya ganas de salir del aislamiento de esa cámara donde las hemos metido. Aunque, visto lo visto, no se pueden quejar. Vaya suerte que han tenido con no quedarse ahí girando y girando y girando sin principio ni fin, casi hasta la eternidad. Porque la eternidad existe, ¿verdad, Nicanor?
–Yo aún no la he visto, señora, pero digamos que hay que hacer todo lo posible para alargar la vida útil de los aparatos, y también de nuestros cuerpos y de nuestras cabezas.
–Ay, hijo, qué razón tienes en todo lo que dices. Cuánta sabiduría dentro de ese casco, que pareces un lama o un científico o un premio nobel de la Paz o yo qué sé… Cualquier día te dan un premio…
Y la nave se llenó de risas de toda la tripulación.
–Hey, mirad –gritó Michelito–. Mirad allí al fondo a la izquierda, muy al fondo… y muy a la izquierda… Un televisor convirtiéndose en una estrella fugaz…
–¡Hala! –exclamaron todos alargando mucho la letra h y la letra a.
–Es un fenómeno habitual y muy positivo –añadió, muy profesional, Nicanor.
Pero, disculpad, esto ya es materia estelar del siguiente capítulo. Y ahora sí. A ver si en el siguiente capítulo completamos ya tan interesante expedición espacial, que parece que esta tripulación no tiene ganas de volver a la Tierra. Dan toda la sensación de querer alejarse de tantas noticias de pandemias, guerras, crisis climáticas, hambrunas… Y de todos los bulos y fake news que están pululando por el espacio como si fueran basura espacial, tan peligrosos como la basura espacial.
Texto escrito por Rafa Ruiz, periodista y coordinador de El Asombrario.
Ilustración realizada por Raúl Ortiz.
Puedes leer el noveno capítulo aquí.
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