El término Internet de las cosas fue acuñado en 1999 por el ingeniero británico Kevin Ashton, antes de que el MIT (Massachusetts Institute of Technology) lo fichara como primer director del AUTO-ID Center. Dos décadas después, lo que parecía ciencia ficción es realidad. El calificativo de “inteligente” se puede aplicar total o parcialmente a muchos hogares en los que la domótica es un miembro más y permite una gestión más eficiente de la energía y un mayor confort.

La tecnología aplicada a la automatización de las casas es, de hecho, uno de los sectores económicos que más crecen. La pandemia lo ha impulsado, al convertir los hogares en centro de la actividad humana. También están siendo determinantes las mejoras de las conexiones de internet, con el 5G, y la accesibilidad a dispositivos y electrodomésticos ya preparados para interconectarse y suministrar datos.
Para sumarse a esa forma de controlar el hogar ni siquiera hay que residir en inmuebles de nueva construcción, porque la adaptación es relativamente fácil. Otra de las claves de que la domótica se esté popularizando es que las interacciones son sencillas, incluso para personas con algún tipo discapacidad. Es suficiente la voz para comunicarse con asistentes virtuales o el manejo de una pantalla.
El 11% de las casas ha incorporado la domótica
Se estima que el 11% de las viviendas en España ya ha incorporado la domótica. En cuatro años, las cifras podrían duplicarse, para llegar a los 3,8 millones de hogares conectados. Según Statista, los dispositivos conectados a internet más extendidos en España son los sistemas de iluminación (15,3%); cámaras de seguridad (14,5%); pequeños electrodomésticos, como aspiradoras (13,9%); enchufes inteligentes (13,3%); sistemas de calefacción o termostato (10,5%); grandes electrodomésticos, como frigoríficos (5,4%); detectores de humo y apertura remota de puertas (un 2,5% en cada caso) y persianas (2,4%), entre otros.
Seguirán creciendo, aunque en los próximos años destacarán algunos dispositivos. Por ejemplo, los que tienen que ver con la seguridad del hogar: desde cámaras para ver en remoto qué ocurre en el interior, intercomunicarnos y calmar con la voz a nuestras mascotas, hasta los sensores de movimiento y simuladores de sombras, para ahuyentar en caso de intento de allanamiento. Además se estima que en unos años se triplicarán las cerraduras inteligentes que no precisan de una llave.
Los ‘Smart Homes’ son más eficientes
Otra palanca para la domótica es la necesidad imperiosa de hacer un uso más eficiente del agua y la energía, por el aumento de precios y de la concienciación ambiental. Eso incluye no sólo a la climatización o las persianas y toldos que tamizan la luz, sino electrodomésticos que puedan programarse, activarse o recargarse cuando el coste de la energía es menor.
Ningún ámbito del hogar quedará al margen. En el jardín, hay avances importantes con sistemas de riego. Será posible tener frigoríficos que controlan el estado de los alimentos y las fechas de caducidad en la cocina y cafeteras que arrancan cuando vas a levantarte.
En el baño serán cada vez más frecuentes grifos o sanitarios con sensores que no precisan contacto y se trabaja hasta en cepillos de dientes electrónicos que evaluarán la higiene bucal para indicar cómo mejorarla. Todos estos dispositivos estarán cada vez más interconectados entre sí.
Hay quien advierte de que, junto al confort y la eficiencia, los Smart Homes implican un reto de seguridad, por la cantidad de datos sobre los hábitos de la familia que estarán en la nube. El fenómeno, en cualquier caso, es ya imparable.
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