Tarde o temprano, todo lo que nos rodea terminará convirtiéndose en residuo: desde el envase de yogur, hasta la lavadora de casa, pasando por nuestro sofá, el dispositivo desde el que lees este post incluso la casa en la que vives. Todo, tarde o temprano, acabará su vida útil. Es a partir de ahí, desde que un elemento se considera un deshecho, cuando se activa la maquinaria para contribuir correctamente al reciclaje de residuos.

Europa es la que marca el camino y los objetivos de reciclaje en los Estados miembros. Por ello, establece que en 2020 se debían reciclar el 50 % de los residuos generados, el 55 % en 2025, el 60 % en 2030 y el 65 % en 2035. Además, antes del 31 de diciembre de 2023 será obligatorio separar los residuos orgánicos: restos de comida como carne, fruta, verdura, pescado. Sin embargo, la realidad de nuestro país es poco halagüeña. Según Eurostat, solo el 34,7 % de los residuos de 2019 fueron reciclados. “El Estado español no ha desempeñado ninguna de las recomendaciones ofrecidas en los informes oficiales realizados por la Unión Europea”, señalaba una demanda presentada en Bruselas por parte de 16 organizaciones, entre ellas Amigos de la Tierra y Greenpeace.
El reciclado y lo que supone
En 2019, antes de la distorsión en la generación de residuos que provocó la pandemia, se recogieron separadamente en España, un total de 896.450 toneladas de envases de vidrio, con diferencias notables, eso sí, entre Comunidades Autónomas. A la cabeza estuvo Baleares, con una potente industria turística, que recicló 31,6 kilos por habitante, seguido de Euskadi con 28,4, La Rioja 28,2 y Navarra 26,6. “El objetivo es llegar a reciclar el 85 % de los residuos de envases puestos en el mercado para el año 2025, 15 puntos más de lo que exige Europa”, explica José Manuel Núñez Lagos, director general de Ecovidrio.
En la misma línea se encuentra Ecoembes, entidad dedicada a la gestión del contenedor amarillo y azul. Con datos de 2019, se reciclaron 1.505.661 toneladas de envases depositados de forma selectiva, unas cifras que disminuyeron ligeramente hasta las 1.490.283 toneladas en 2020, debido a la interferencia del coronavirus.
Traducir semejantes cifras a ejemplos cercanos permite ver qué supone realmente el reciclado. Cogiendo los datos del vidrio de 2019, su reciclado supuso evitar la emisión de 556.061 toneladas de dióxido de carbono o, dicho de otra manera, el CO2 que emiten 260.000 vehículos, o la emisión derivada de ir y volver en avión 50.000 veces desde España a Austria. Con el reciclado de vidrio de todo el 2019 se ahorraron 684.721 mWh, que es el mismo consumo energético de todos los hospitales españoles durante dos meses.
La forma de incrementar el reciclaje
A pesar de que el reciclado ha vivido años de crecimiento, se está viendo un estancamiento en las cifras. Por ello, se están ideando diferentes herramientas que permitan incrementar sustancialmente los valores actuales. Y una de ellas, es la de gravar económicamente todos aquellos residuos que no se separan y terminan en vertederos o incineradoras. Es, de hecho, la herramienta que está a punto de poner en marcha el Govern de les Illes Balears. “El canon de residuos será finalista y tendrá como objetivo financiar proyectos que contribuyan a la mejorar la gestión de estos”, explica Sebastià Sansó, director general de Residuos y Educación Ambiental del Govern de les Illes Balears. De hecho, está estipulado que cara a 2022 aquellos residuos que vayan a incineración se graven con 5 euros por tonelada y 12 euros tonelada si el destino es vertedero. Esta cuantía se verá atemperada si el municipio dispone de un sistema de recogida separada de materia orgánica y de pago por generación. Así, pasaríamos de 5 euros por tonelada incinerada a 2,5 euros y de 12 euros por tonelada a vertedero a 5. “El canon está diseñado para dar cumplimiento al principio de Quien contamina, paga”, añade Sansó. Este gravamen es asumido por las Administraciones Locales que acabarán repercutiéndolo, lógicamente, a los ciudadanos.
Otra de las formas de llevar a cabo de aplicar el principio de Quien contamina paga es la aprobación de tarifas progresivas de residuos. El pago por generación consiste en que cada usuario, ya sea una vivienda o comercio, pague de acuerdo a la generación efectiva de residuos y el grado de recogida selectiva. Estas experiencias son comunes y mayoritarias en algunos países del centro de Europa, pero también hay experiencias en Estados Unidos y Asia
Así se pone de manifiesto en el Observatorio de Fiscalidad de los Residuos, impulsado por la Fundació ENT, entidad especializada en la materia.
¿Cuál es el grado de implantación del pago por generación en España? “En España solo hay unos 20 municipios con este sistema implantado, una cifra que aumenta, aunque lentamente. A medida que la recogida puerta a puerta y los contenedores cerrados se vayan extendiendo será más viable que veamos experiencias de este tipo”, explica Ignasi Puig Ventosa, jefe de proyectos de ENT Medi Ambient i Gestió.
El pago por generación o la bonificación por participación permite premiar a aquellos ciudadanos que tienen un mejor comportamiento ambiental respecto a los que no. Así, si un ciudadano que colabora activamente reciclando sus residuos y utilizando los puntos limpios de su ciudad, por ejemplo, acaba pagando menos que uno que no colabora. “Las comunidades más avanzadas en la materia son Balears, Catalunya y Euskadi, con un número de experiencias en este orden. La primera experiencia fue en Catalunya en 2003 y, poco a poco, el número ha ido subiendo, aunque la Comunidad Autónoma que tiene un mayor número de experiencias puerta a puerta, que es un facilitador de este tipo de sistemas, es Balears”, añade Puig Ventosa.
Pago por generación, bonificación por participación, contenedores cerrados u objetivos de reciclaje son nuevos conceptos a los que poco a poco la sociedad se deberá acostumbrar para alimentar la economía circular y nuestro compromiso con el medio ambiente.
Escrito por Lluís Amengual, divulgador medioambiental, en colaboración con la Fundación Ecolec.
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