La sensación después de 15 días de negociaciones en la Cumbre del Clima de Glasgow (Reino Unido) y de mucho esfuerzo por parte de la comunidad científica y las organizaciones por visibilizar la necesidad de acciones urgentes es un sabor agridulce. En el fondo todas las delegaciones saben la receta para reducir las emisiones: menos carbón y menos combustibles fósiles, pero los tiempos no son acordes a la urgencia necesaria.

Los compromisos presentados por los países (NDC) en la COP26 no llegan a las reducciones necesarias para que la temperatura del planeta no suba más de 1,5 grados y aunque ha habido avances a la hora de reducir el uso de combustibles fósiles, al final no fue posible que se incluyera en el texto final la palabra “eliminación”, sino “reducción”.
Sí ha quedado claro que la meta debe ser 1,5ºC el máximo de incremento de la temperatura global, para evitar entrar en escenarios climáticos no deseados, pero la forma de alcanzar esa meta todavía no está clara. Países como Arabia Saudí, China, Venezuela o India, con gran dependencia de los combustibles fósiles no han aclarado cuál será su camino de descarbonización a 2030.
Las responsabilidades históricas de los países a la contribución de emisiones de gases de efecto invernadero no son iguales y, por tanto, los más emisores históricamente deben ayudar financieramente a los más vulnerables. En 2015 en el Acuerdo de París se adoptó un fondo de 100.000 millones de dólares anuales y por ahora solo se llega a los 40.000 millones. En la COP26 se han reconocido las necesidades de los países más vulnerables y se trabaja para incluir la vulnerabilidad climática como factor para recibir ayudas.
Una de las buenas noticias es que China y Estados Unidos firmaron un acuerdo para cooperar en políticas climáticas, algo que no parecía posible antes del cambio de administración estadounidense. A pesar de que sus economías siguen siendo dependientes de los combustibles fósiles, el hecho de que las dos grandes economías mundiales acuerden trabajar en esta materia es un paso bastante esperanzador.
Revisiones anuales
En el texto final se incluye el objetivo para reducir globalmente las emisiones de gases de efecto invernadero un 45% en 2030 respecto de 2010 y la urgencia de acelerar la ambición climática en esta década, ahora está por ver qué hace cada país. Para poder verificar qué medidas toma cada estado, se realizarán revisiones anuales en vez de cada 5 años como se venía haciendo.
Otra de las inclusiones positivas en la Cumbre del Clima es que la biodiversidad tendrá reconocido un papel. Sí, se ha acordado que se tienen que integrar el medio natural y la naturaleza en los planes nacionales y locales en materia de acción climática.
Y otros logros son que más de 70 países se han comprometido a eliminar la producción de carbón y más de 100 países acuerdan reducir un 30% las emisiones de metano y detener la deforestación en 2030, aunque entre ellos no están China, India y Rusia.
España está alineada con el compromiso de la Unión Europea de reducir un 55% sus emisiones en 2030 y alcanzar la neutralidad climática en 2050. Entre las medidas previstas, destacan los 30.000 millones del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia que se destinarán en los próximos tres años a la transición ecológica.
María García de la Fuente, periodista especializada en Medio Ambiente y presidenta de la Asociación de Periodistas de Información Ambiental (APIA).
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