Los dispositivos tecnológicos se han convertido en parte esencial de nuestro día a día. Cada vez son más pequeños, manejables y con una gran capacidad, tanto para tomar imágenes de calidad como para almacenarlas en su interior. Ello ha motivado que constantemente tomemos fotografías o grabaciones de nuestro día a día que luego difundimos. Es lo que se denomina como lifelogging.
Esta práctica, cada vez más común entre los ciudadanos, ha generado un fenómeno del que muchos forman parte sin tener conocimiento de ello. Consiste en recopilar datos, imágenes o vídeos sobre experiencias personales a través de sensores portátiles. La captura audiovisual de las experiencias diarias o lifelogging (pitácora de vida) consiste en documentar nuestra vida con dispositivos capaces de medirlo y registrarlo todo, como ubicación geográfica, frecuencia cardiaca, dietas, horas de sueño y momentos de ocio.
Muchos son los que realizan este minucioso registro audiovisual de su vida. Algunos argumentan que los hace más saludables, y otros que les permiten tener mayor presencia en la vida y en mejores condiciones para apreciarla.
¿El lifelogging es un concepto nuevo?
Pero el concepto de lifelogging no es nuevo. Las primeras webs personales, el uso de cámaras digitales, pasando por los blogs o redes sociales, abrieron hace un tiempo esta senda. Pero el pionero de este fenómeno es Gordon Bell. Este ingeniero informático fue el primero en practicar el lifelogging, guardando digitalmente todos sus documentos y fotografías ante la incomodidad de transportarlos de un lado a otro.
Aunque no todo son halagos. El lifelogging que conquista a la sociedad tiene también sus críticos. ¿Es producto de la curiosidad humana o más bien una tendencia egocéntrica que permite la exposición permanente a la red y la pérdida de privacidad? Plantean sociólogos y estudiosos. Lo cierto es que muy pocos se resisten hoy a no contar su vida en las redes.
Y tú, ¿practicas el lifelogging o eres ajeno a esta nueva realidad? ¡Te escuchamos!
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