Es, sin duda, uno de los problemas silenciosos que, poco a poco, se ha ido colando en los hogares españoles: el desperdicio alimentario. Miles de toneladas de comida que diariamente terminan en el cubo de la basura. Los datos a escala global son escalofriantes. De hecho, se calcula que hasta el 8 % de los gases de efecto invernadero están relacionados, directa o indirectamente, con aquellos alimentos que no se acaban consumiendo.
Frente a esta situación, el pasado día 29 de septiembre se celebró el Día Internacional sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos. Impulsado por la Organización de Naciones Unidas a través de la FAO y la UNEP, busca concienciar sobre el gran número de alimentos que terminan a la basura y del impacto asociado a esta práctica. La declaración de este día es una herramienta más que busca alinearse con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (más conocidos en su acrónimo ODS) de cara a 2030. “Con el objetivo 12.3 sobre desperdicio de alimentos, se quiere que de aquí a 2030 se reduzca a la mitad el desperdicio alimentario, tanto a nivel del hogar como en las cadenas de producción y suministro”, explica Ione Belarra, ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030.

Y es que los impactos derivados del desperdicio alimentario son muchos. Más allá de la evidente contradicción de tirar comida cuando parte de la población mundial muere de hambre, existen otros impactos que van desde las pérdidas económicas, emisiones de gases de efecto invernadero o el consumo de agua y energía de los alimentos que no se cumplen su fin de ser consumidos.
El desperdicio alimentario se da desde que el alimento es cultivado o fabricado hasta que es consumido, pasando por su manipulación, transporte y almacenamiento. Mientras que en los países en vías de desarrollo el desperdicio alimentario se produce fundamentalmente en el cultivo y producción, en los países desarrollados la pérdida de alimentos se da básicamente al final de la cadena, es decir, en el consumidor final.
Es el caso de Baleares. Con un sector primario con poco peso económico, muchos de los productos que se consumen se cultivan y procesan fuera de las islas. A pesar de ello, se ha calculado que, de media, cada habitante de las islas desperdicia cinco kilos de alimentos al mes. Esos 60 kilos al año suponen que el archipiélago genere anualmente 67.000 toneladas de alimentos que terminan en la basura. Una verdadera hecatombe ambiental y económica.
Cómo combatir el desperdicio alimentario
Existen muchas formas de poder reducir el desperdicio alimentario en casa: planificando el menú, hacer compras pequeñas para ajustarlas a las realidades de consumo diarias, adquirir algunas verduras congeladas con una fecha de caducidad más prolongada que las frescas…
Para ello nos pueden ser útiles las aplicaciones móviles que permiten llevar un control de qué compras y qué tienes en casa. Es el caso de Out of milk (que permite, además de hacer la lista de la compra, saber qué tienes en la despensa de casa) o Listonic, Bring! y Need To Buy, entre otras.
Sin duda, una de las que han cobrado especial relevancia es la APP Too Good to Go, que permite poner a la venta, a un precio menor, los alimentos que están a punto de caducar. ¿Cómo funciona la plataforma a nivel organizativo? “La idea es sencilla. Todos aquellos establecimientos que tienen excedentes de alimentos durante el día se adhieren mediante un pack o sorpresa disponible en la aplicación. Los usuarios se conectan a la aplicación, ven qué establecimientos hay y pueden ‘salvar la comida’”, explica Mónica Manso, responsable de ventas de Too Good To Go. Una vez adquirido el pack, los usuarios van al establecimiento, normalmente a pocas horas de que cierre para poder recogerlo.
“Es un pack sorpresa por lo que los usuarios no saben qué han comprado hasta que lo recogen en el punto de venta”, añade Manso. Esta aplicación permite la adhesión a supermercados, pescaderías, carnicerías o panaderías, entre otras. “El movimiento de salvar comida nació en Dinamarca y también tiene un fuerte arraigo en Francia, pero también se extiende a otros países europeos y recientemente ha llegado a Canadá y a Estados Unidos. Tenemos 3.000.000 de usuarios a nivel mundial”, detalla Mónica Manso.
Con aplicaciones móviles, con una libreta, con un papel colgado en la nevera, sea de la forma que sea, está en tu mano reducir el desperdicio alimentario. Tu bolsillo y tu planeta te lo agradecerán.
Escrito por Lluís Amengual, divulgador medioambiental, en colaboración con la Fundación Ecolec.
Deja una respuesta