“Y sin darnos cuenta dejamos de respirarnos”. En esta frase maravillosamente cantada por India Martínez, se recoge la preocupación por el aire que cada día respiramos, sobre todo en las ciudades, y que deteriora nuestra salud poco a poco. “Invisible para mí, nos matamos lentamente”, canta con una voz extraordinaria, en la que resume cómo la contaminación que no vemos, pero que sí respiramos, mata pasito a pasito.

La música comprometida con el Medio Ambiente suena cada vez más en múltiples estilos. Y busca también remover conciencias e impulsar la acción. India canta “son los hombres soñadores los que mueven la balanza”, porque piensa que todos podemos ser activistas de la Salud y actuar para acabar con la contaminación.
El Medio Ambiente ha estado presente en la música desde sus orígenes, como elemento inspirador tanto para música clásica o canciones populares. Sin embargo, desde que el deterioro de los ecosistemas va a más y el ritmo de extinción de especies va en aumento, la preocupación de los compositores por las temáticas ambientales tiene cada vez más presencia. Desde la contaminación del aire, los plásticos, el Cambio Climático, la desaparición de biodiversidad o la pérdida de bosques llenan las letras de muchas canciones. Son canciones denuncia e invitan a actuar.
Desde el rock con grupos como El Mago de Oz que en 2003 en ‘La Costa del Silencio’ cantaba “El mar escupía un lamento, tan tenue que nadie lo oyó. Un dolor de tan adentro, que toda una costa murió”. El año anterior, el petrolero Prestige había teñido de negro la costa gallega.
Hasta el cantaor flamenco José Mercé que en ‘Amapolas de papel’ canta al bien más indispensable para la vida y que es la esencia de nuestro planeta: “El agua cuesta dinero. La Tierra muere de sed”.
La preocupación por el planeta que dejaremos a nuestros hijos es el tema de la canción ‘Donde jugarán los niños’ de Maná, que comienza así: “Cuenta el abuelo que de niño él jugó, entre árboles y risas, y alcatraces de color. Recuerda un río transparente y sin olor, donde abundaban peces, no sufrían ni un dolor”.
Y entre las composiciones clásicas, el pianista y compositor italiano Ludovico Einaudi dedicó en 2015 una de sus obras al Ártico, “Elegy of the Artic”, una pieza conmovedora que invita a la reflexión.
En todos los continentes, la música muestra los impactos negativos de las actividades humanas sobre la naturaleza. En África, Maureen Lilanda y otros artistas de Zambia denuncian en la canción “Samalilani” la destrucción de hábitats, la caza furtiva, la desaparición de bosques primitivos, el cambio climático y las migraciones forzadas.
En Asia, la artista Jen Shyu recuerda en su obra “Zero Grasses: Ritual for the Losses” la relación del ser humano con la naturaleza y cómo los tsunamis y la pérdida de bosques tropicales está relacionada con nuestra existencia.
Las aves también son protagonistas de muchas canciones y álbumes. En pleno confinamiento, en la primavera de 2020, Rozalen escribió una letra que muchos llevábamos dentro. En ‘Aves enjauladas’, mientras sentíamos impotencia por no poder abrazar ni besar a nuestros seres más queridos, y muchas personas murieron solas, “los pájaros rondan las casas nido; una primavera radiante avanza con sigilo”. Ojalá sea como canta Rozalen: “Cuando se quemen las jaulas y vuelva a levantarse el telón, recuerda siempre la lección, y éste será un mundo mejor”.
María García de la Fuente, periodista especializada en Medio Ambiente y presidenta de la Asociación de Periodistas de Información Ambiental (APIA).
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