
La preocupación de Dora, la lavadora
– Pst, pst… ¡Eh, tú, Micaela! Sí, sí, la de las coletas, te estoy hablando a ti.
– ¡Uy, hola!… Pero si no hay nadie en la cocina. ¿Quién me habla?
– Que no haya ningún humano en la cocina no quiere decir que no haya nadie, querida niña.
– ¡Ah, claro! ¿Pero quién eres?
– Soy yo. Dora.
– ¿Dora? ¿La exploradora? ¿Y dónde estás?
– Pues no, bonita. Dora, tu lavadora.
– ¡Uy! Si hablas… Tanto tiempo juntas y nunca me habías dicho nada.
– Es que los humanos siempre estáis taaan atareados, que a veces me dais muchísima pereza. Por eso no he querido hablaros. Hasta hoy. Porque ahora hay algo muy urgente, Micaela.
– Mejor llámame Mica.
– Hay un asunto muy urgente, Mica, que nos tienes que ayudar a resolver.
– ¡Ah!, sí, claro… –con tono de duda y abriendo mucho los ojos–. Dime.
– Todas las máquinas electrodomésticas de esta casa estamos muy preocupadas. Preocupadas hasta más allá de la obsolescencia programada.
– Pero, ¿por qué? Si papá os tiene limpias y relimpias, que lo veo yo.
– No, no es eso, Mica.
– Os vais a cambiar de casa este año, ¿no? He oído larguísimas conversaciones de tus padres planeándolo mientras desayunan.
– Sí, eso parece. Nos vamos a una casa un poco más grande porque mis padres dicen que quieren que mi hermanito y yo tengamos cada uno nuestro propio cuarto.
– ¡Eso está muy bien! Pero… Y esta es la cuestión: ¿qué vais a hacer con todas nosotras, las máquinas electrodomésticas de esta casa? ¡He oído que no nos queréis llevar con vosotros! Y eso es incomprensible, increíble, inaudito, inexplicable… ¡Intolerable, vamos! Que estamos en perfecta forma todas. Bueno, salvo el molinillo del café, que como ahora os ha dado por tomar café en cápsulas, ya no lo usáis y anda muy oxidado y le duelen todas las articulaciones. Salvo molinillo, todas estamos en perfectísima forma, que lo sepas.
– ¡Ah! –abriendo incluso más los ojos–. Pues no lo sé, se lo preguntaré a papá, que es el que se encarga de estas cosas de la casa, que mamá se pasa todo el día de viajes y trabajando.
– ¡Ay, cariño!, discúlpame, te tengo que dejar, que tu padre me ha puesto en un programa corto de ropa de algodón, y justo ahora me toca el centrifugado. Y cuando me pongo a dar tantas vueltas me revoluciono toda y es que yo no puedo secar y hablar al mismo tiempo. Ya me gustaría ya, pero no puedo, no puedo y no puedo… En estos momentos, cómo me gustaría gritarle a los cuatro vientos esa frase de mi admirada Mafalda: “¡Que paren el mundo que me quiero bajar!”. Yo es que siempre he sido muy fan de Mafalda, ¿sabes?, desde que era muy pequeñita, apenas un tambor con cuatro dispositivos. Luego me ensamblaron y me metieron montón de programas y bastante tecnología, pero yo nunca dejé de ser fan de Mafalda.
– Una lavadora fan de Mafalda. ¡Me encanta! Entonces, ¿hablamos después, Dora?
– No, Mica. Mira, tengo una idea mejor. Pregúntale a las otras máquinas electrodomésticas de la casa, que no quiero ser yo tan indiscreta. Que una cosa es que a una la respeten porque conoce todos los trapos sucios de la familia, que lo mío me cuesta limpiarlos, y otra distinta es que luego me acusen de ser yo una mandona. Tú, querida Mica, háblalo con las otras electrodomésticas a ver qué te dicen.
– Vale.
– ¡Ah! Una cosa importante, que se me olvidaba: para que te hablen, les tienes que dar una contraseña, tienes que dirigirte a ellas diciéndoles “Allí me colé y en tu fiesta me planté”.
– Ay, me suena mucho eso.
– Sí, es como la canción esa tan chula de Mecano. Te tengo que dejar, me pongo a centrifugar como una loca a ver si acabo pronto y no pierdo ningún calcetín en el revoltijo. Haz lo que te he dicho, ¿vale? Y vamos hablando y me cuentas. Pero te insisto: es una misión muy importante para nosotras, no hay tiempo que perder, estamos muuuy preocupadaaaaaas. ¡Empiezo a centrifugaaaaarrrrr!!!!!…
– ¡Allí me colé y en tu fiesta me planté! Ja, ja, ja… ¡Me gusta! ¡Esto promete! Voy a hablar primero con la tostadora, la batidora y el microondas, a ver qué me dicen. Espero pillarles de buen humor.
Así, con esa consigna, Mica se dispuso a comenzar la investigación de por qué las máquinas electrodomésticas estaban tan, tan preocupadas.
Texto escrito por Rafa Ruiz, periodista y coordinador de El Asombrario.
Ilustración realizada por Raúl Ortiz.
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