En los últimos años especies emblemáticas de la fauna ibérica nos están dando muchas alegrías, fruto del trabajo constante de las últimas décadas de muchos científicos y agentes medioambientales. Especies que estuvieron al borde de la extinción gozan hoy de buena salud. El águila imperial ibérica apenas contaba con 50 parejas reproductoras en 1966 y en 2019 se contabilizaron 612 parejas. El quebrantahuesos tenía tan solo 17 parejas reproductoras en 1979 y en 2016 llegaron a 1.026 individuos en Pirineos. Y el lince ibérico que en 2002 rozaba tan solo los 100 ejemplares, se ha recuperado hasta los 1.111 ejemplares censados en 2020 en España y Portugal.
El águila imperial, el quebrantahuesos y el lince ibérico son claros ejemplos de que los programas de conservación funcionan. Y hoy nos vamos a centrar en otro triunfador: el oso pardo cantábrico que también se une a la lista de los ganadores. Su población se incrementa de año en año y se aleja del peligro crítico de extinción. De las 6 osas con crías que había en 1989, en la actualidad se han identificado 330 ejemplares. El oso está catalogado como en Peligro de Extinción y podría pasar a Vulnerable. Para salir de la categoría de amenaza tendría que superar los 1.000 ejemplares. La población de oso pardo cantábrico se divide en dos zonas: la occidental y la oriental, y ya se han registrado movimientos de machos entre ambos territorios, lo que garantiza la diversidad genética, según se detalla en la obra de la Fundación Oso Pardo “Osos cantábricos. Demografía, coexistencia y retos de conservación”, en la que se analiza su situación actual y cómo afrontar el futuro de esta especie.

El oso pardo es el último mamífero de gran tamaño que habita en la Península Ibérica en estado salvaje. Es una especie bandera por ser emblemática, atractiva y simbólica de la conservación, y también es una especie paraguas, porque su recuperación implica un ecosistema de alta calidad en el que viven otros organismos que también se ven favorecidos por su conservación.
Interconexión entre las dos poblaciones cantábricas
Y ese futuro pasa por la interconexión de los dos núcleos de población en los que se reproducen los osos en la Cordillera Cantábrica. A principios del siglo XX las dos poblaciones de oso quedaron divididas en la parte occidental y oriental de la Cordillera Cantábrica, dando lugar a dos poblaciones aisladas genética y demográficamente. En la actualidad ya se ha constatado el movimiento de machos entre ambas poblaciones.
Desde 1989 se realiza un seguimiento de las osas con crías y eso ha permitido conocer sus hábitos, alimentación y reproducción. Cada osa tiene entre una y tres crías y la supervivencia entre los oseznos es alta hasta los 16 meses de vida, cuando se independizan de la madre, que vuelve a gestar.
La población osera no deja de crecer de año en año. Y ese incremento en el número de ejemplares presenta retos de conservación. Ante el Cambio Climático, una de las posibles consecuencias es que los osos reduzcan su tiempo de hibernación y que aumenten las interacciones con los seres humanos. Por eso, desde la Fundación Oso Pardo proponen que se regulen y ordenen los usos del territorio en cuanto a la caza, ecoturismo o deportes de montaña para que la conservación del oso esté garantizada y siga habiendo una convivencia armónica. Asimismo, reclaman que haya una zonificación de los espacios naturales, información al público en las zonas oseras y presencia de agentes de la autoridad en las fechas y lugares más delicados como, por ejemplo, en las zonas de observación de osos, para evitar comportamientos inadecuados por parte de los visitantes.
La percepción social del oso es muy positiva entre los habitantes de la Cordillera Cantábrica y son muchos los beneficiarios de su presencia. La mayoría considera que la presencia del oso es compatible con el mundo rural.
El oso pardo cantábrico es un reclamo para el turismo de naturaleza y deja importantes ingresos. Se estima que el oso pardo ha contribuido a generar 20 millones de euros de ingresos en el tejido productivo rural y a crear o sostener de forma directa 350 empleos equivalente a tiempo completo, mayoritariamente residentes en la misma localidad del negocio. Sólo en 2016, alrededor de 7.200 observadores de oso visitaron las comarcas cantábricas. El oso es un animal que contribuye a la creación y mantenimiento de empleo local.
El oso cantábrico implica más beneficios para la población local que perjuicios. Entre estos últimos destacan los daños a colmenas, frutales o ganado que en 10 años han supuesto una compensación de 250.000 euros. El 60 por ciento de estos daños a actividades humanas son a colmenas, y entre las soluciones más efectivas están los cercados eléctricos. En la provincia de León, los ataques de osos a colmenares se redujeron del 41% al 16% con estos cercados. El oso cantábrico es omnívoro, se alimenta sobre todo de plantas y frutos y la proteína animal la obtiene de la carroña e invertebrados.
El oso pardo cantábrico se ha convertido en una especie emblemática y valorada por los habitantes de las comarcas rurales y muy apreciado por los turistas. Para que su conservación esté garantizada se necesita seguir trabajando desde todos los ámbitos para que la convivencia siga siendo armoniosa.
María García de la Fuente, periodista especializada en Medio Ambiente y presidenta de la Asociación de Periodistas de Información Ambiental (APIA).
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