El desperdicio alimentario existe. Es habitual ver restos de comida que han llegado a la basura después de comer porque “ya no podía más” o “estaba lleno”. Este es un problema real que va en contra de la lucha ante el cambio climático y de la salud de nuestro planeta. Tanto es así que se estima que la UE desperdicia hasta 153,5 millones de toneladas de alimentos cada año, según el informe No Time to Waste.

Las cifras van más allá, en el plano económico, este desperdicio le cuesta a las empresas y a los hogares de la Unión Europea 143.000 millones de euros al año; y en el plano ambiental, esto representa, al menos, el 6% de las emisiones de gases de efecto invernadero en Europa. Para hacer frente a esta situación, en España, de manera concreta, se aprobó en junio del pasado año en Consejo de Ministros una Ley contra el Desperdicio Alimentario. El proyecto, bajo el nombre Ley de Prevención de las Pérdidas y el Desperdicio Alimentario, pretende “reducir el desecho a la basura de alimentos sin consumir y favorecer un mejor aprovechamiento de éstos”, según expuso el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
En 2020, los hogares españoles tiraron a la basura 1.364 millones de kilos/litros de alimentos, una media de 31 kilos/ litros por persona. La regulación, salió adelante el pasado mes en el Congreso de los Diputados y seguirá su curso parlamentario.
Objetivo de Desarrollo Sostenible
En el citado informe se habla de una estimación de desperdicio actual del 20% en la producción de alimentos en la UE; pero podrían salvarse 4,7 millones de hectáreas de tierras agrícolas en 2030 si ese desperdicio se reduce a la mitad. La preocupación por este tema está ahí. Tanto es así que las Naciones Unidas tiene la lucha contra el desperdicio alimentario como una meta de la Agenda 2030.
En el ODS 12, Producción y Consumo Responsables, se expone en la meta 12.3: “De aquí a 2030, reducir a la mitad el desperdicio de alimentos per capita mundial en la venta al por menor y a nivel de los consumidores y reducir las pérdidas de alimentos en las cadenas de producción y suministro, incluidas las pérdidas posteriores a la cosecha”.
Consejos
Todos podemos contribuir a la reducción del desperdicio de alimentos con pequeños detalles en el día a día. Por ejemplo, organizar las compras de comida para evitar que caduquen en nuestra nevera o despensa, es decir, comprar cosas innecesarias; o cocinar lo que nos vayamos a comer, para no desaprovechar nada.
También, hacer uso del congelador para aguantar comida es una manera útil de combatir el desperdicio alimentario; así como la cocina de aprovechamiento, para no desechar nada. En definitiva, todo se puede aprovechar y todos podemos colaborar para hacer frente a este problema que es muy real.
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