Cada vez son más las personas que, al adquirir o construir su vivienda, se plantean incorporar medidas de eficiencia energética más allá de las que exige la normativa. El objetivo es ahorrar gastos y poner su grano de arena en la descarbonización del planeta. Pero ¿existen los edificios de consumo energético nulo?

La respuesta es que sí. Aunque su construcción implica un proceso más complejo de investigación, diseño e inversión que se amortiza a la larga. Como Edificios de Consumo de Energía Casi Nulo (EECN o NZEB, en inglés) se definen las construcciones con gasto de energía casi inexistente en el periodo de un año. La que necesitan para funcionar y proporcionar confort se genera en la propia construcción o proviene de fuentes renovables del entorno.
El concepto fue introducido en una directiva de la UE en 2010, con sucesivas ampliaciones. La última es 2018: la Directiva 2018/844 del Parlamento Europeo y del Consejo. Desde 2021, ésta obliga a que edificaciones nuevas o rehabilitadas incorporen fuentes de energías renovables.
¿Cómo se logra esa eficiencia?
Para alcanzar ese consumo nulo o casi nulo hay que tener en cuenta múltiples factores. Entre ellos, está el propio clima, la orientación del inmueble e incluso las sombras que pueden proporcionar otros edificios contiguos.
Son básicos los materiales, con aislamientos que proporcionen frescor en verano y mantengan el calor en invierno. Se debe cuidar la ventilación cruzada, para depender lo menos posible de sistemas de climatización artificiales. Sólo este diseño bioclimático puede suponer un 60% menos de consumo eléctrico.
Energía propia con fuentes renovables y conectividad
Estos edificios de consumo energético nulo o casi nulo incorporan sistemas de energía solar térmica o fotovoltaica. También se extiende la aerotermia (tecnología que extrae la energía ambiental del aire y la transfiere a la habitación o al agua) y la biomasa (energía producida a partir de materia orgánica, por ejemplo restos agrícolas).
Asimismo, es importante la conectividad. La domótica proporciona un control global de los factores que influyen en el consumo de energía del edificio para la máxima eficiencia.
Apostar por este tipo de construcciones es mucho más que una opción personal, ya que es necesario para cumplir con los objetivos de descarbonización marcados por la propia UE. Sólo en Europa, el 40% del consumo total de energía se produce en edificios y el 75% procede de combustibles fósiles.
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